Falacia

Las empresas periodísticas privadas pueden dar cobertura y hacerse eco de aquello que consideren oportuno, y si alguien decide incluir en una revista información del «Horóscopo», pues está en su libertad de hacerlo.

Ahora bien, cuando un lector escribe a la revista quejándose de la inclusión del «horóscopo» ya que se intenta colar como información «provinente de una autoridad en la materia y con una base de conocimiento incuestionable», la cosa cambia.

El caso que estoy describiendo se produce cuando la «encargada del departamento de defensor del lector», argumenta que la sección del horóscopo se va a seguir manteniendo, ya que la autora es «una autoridad en la materia», «que su blog recibe miles, y miles de visitas», «que no hace daño a nadie»…argumentos todos, que desde luego no respaldan el presentar esta sección dentro una información «de conocimiento incuestionable»

Que muchas personas tengan fé en el horóscopo, no puede ser utilizado como argumento para después sostener que entonces «algo habrá de cierto en ello»; sobre todo cuando después se equipara con el conocimiento que a nivel de Astronomía -que no de Astrología- se ha conseguido. Es decir, equiparar la fe en la Astrología, con la ciencia, con el saber de la Astronomía.

Muchas personas pueden «creer que los niños los trae la cigüeña de Paris», y esto durante mucho tiempo así funcionaba como «saber» en mi infancia. Y es como si después equiparásemos este conocimiento, con el saber que nos proporciona la investigación de la realidad y comprobar que los niños, la cigüeña y Paris, pueden tener relaciones de pura coincidencia, puntualmente, en un espacio y en un tiempo; me estoy refiriendo a que efectivamente, puede que un niño nazca en Paris, y que en ese momento haya una cigüeña a menos de cincuenta metros de lugar…más allá de eso, no.

Y es lo que en muchas ocasiones se suele plantear: equiparar «saber» que construimos en base a la experiencia y la investigación -ciencia- con otro que tiene más que ver con la «fe» en algo y que no requiere de prueba alguna; para después posicionarnos en «a medio camino entre una cosa y la otra», diciendo: un momento «la verdad del asunto estará a medio camino, entre una cosa y la otra»

Manejamos un «saber» que siempre es provisional al conocimiento que obtenemos para llegar a una conclusión. En la medida que las evidencias fluctuan entre más o menos, pasamos a poder «creer» en ciertas cosas, si existen en un número para respaldadas o en «fe» que no precisa de ningún respaldo empírico. El mezclarlas genera mucha confusión.

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