Cuando nos involucramos en un proyecto de cambio sea cual sea el contenido que le damos, podemos comenzar a generar la comprensión que hacia él «partimos desde cero», como si todas las habilidades y conocimientos que requiriesen partiesen desde ese absoluto de ausencia.Imagina que desde la próxima semana decisieses «gestionar un blog». Muchas de las habilidades y conductas que necesitas para poder hacerlo, no las comenzarás a aprender en ese momento, sino que ya dispones de ellas, y lo que harás es direccionarlas. El grado de habilidad y conocimiento en un niño de tres años -por poner un ejemplo- sí que es muy reducido como para involucrarse en ese proyecto; pero en su mayoría los adultos sabemos leer, escribir, resumir…cosas que ya hemos aprendido, y que nos son imprescindibles.
Ese «partir desde cero» tiene mucho que ver con el sesgo que matenemos a la hora de hacer una medición de las cosas. Vivimos los proyectos, las consecuciones, las valoraciones…moviéndonos en términos digitales de «todo/nada, victoria/derrota, blanco/negro»…poniendo la atención en lo «que falta» y no atendiendo a lo «conseguido».
Lo que nos resulta todo un desafío es atender a lo que permanece igual, aunque para ello habremos de mantenernos en un constante cambio. De ahí, por ejemplo, la falta de valoración que existe hacia el trabajo doméstico, en el que aparentemente «todos los días, todo permanece lo mismo», aunque para ello invertimos mucho trabajo. Otro ejemplo sería nuestra higiene personal, de la que en una sociedad desarrollada, contamos en nuestro entorno de elementos para mantenerla a diario; y cómo eso llega a convertirse en un asunto relevante cuando vamos a un entorno donde no los encontramos.
Esto nos aporta una comprensión del conjunto de habilidades, conocimientos sobre los que apoyarnos para construir otros u optimizar los conseguidos. El cómo jugamos con ellos, el cómo los diponemos favorecen que nos enfoquemos en la dirección que queremos movernos, cuando esta dirección es consciente e intencionada.
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