Continuamente estamos sometidos a “estímulos” con los que nosotros de forma consciente e inconsciente vamos respondiendo. Esas respuestas con las que vamos interactuando son de tipo “emocional” y “mental”, y así las distintas respuestas marcan el camino por el que se van a ir desarrollando los hechos: si salgo a la calle y me encuentro a un grupo de niños “jugando al futbol”, dependiendo de cómo yo reacciono a eso a nivel “emocional” y cual es el significado que le doy a ese hecho, va a depender la realidad que yo empiezo a vivir; por lo que a ese nivel nosotros somos los generadores de la realidad que después experimentamos. Si esa realidad la quiero modificar, habré de actuar tanto a nivel emocional, como mental.
Las respuestas emocionales y mentales con las que interactuamos son aprendidas, reforzadas por la experiencia, asentadas de forma inconsciente, con lo que se hace muy desafiante sensibilizarnos a “notarlas” y estar en disposición de poder modificarlas de forma intencionada; pero que una cosa resulte “desafiante”, no significa que se imposible. Lo que nos puede ayudar en la labor, es identificar elementos, más sencillos de reconocer e ir actuando con ellos de forma individual.
Por ejemplo, hay una respuesta emocional básica para nuestra supervivencia que es el “Miedo”. Nos ayuda a protegernos de situaciones en las que nuestra vida está en juego, aunque por contra también tiene el inconveniente, de que hayamos aprendido a activarla cuando son situaciones imaginadas o que no respondan a un “peligro real”. Así podemos extraer tres elementos a considerar en la situación concreta a la que estamos respondiendo con el “Miedo” (o cualquier otra emoción) :
– Contexto
– Real o Imaginado
– Aprendizaje
Comenzar a sensibilizarnos con los “Contextos”, es decir, por los “escenarios” donde desarrollamos nuestras respuestas, y preguntarnos si en ese “contexto” es adecuado o no experimentar “miedo”. Por ejemplo, si vamos de visita a un zoológico, cuando veamos a los leones que están dentro, lo más probable es que la respuesta de miedo se desplace, por emociones más cercanas a la curiosidad, interés, diversión…Ahora bien, si ese mismo grupo de leones me lo encontrase al salir de casa, la respuesta más automatizada y adaptativa sería la de “miedo”. Imagina ahora, que estas respuestas cambiaran dentro de estos contextos: en el zoológico salgo huyendo, al salir de casa me creo seguro y emprendo la curiosidad: cuando notes una emoción evalúa el contexto donde se está generando y si es apropiada o no.
Nosotros respondemos con la misma fuerza e idéntica manera al “mundo real”, “que el mundo imaginado”, por lo que otro elemento a chequear sería éste: si la situación que estoy viviendo, está dentro de la realidad o es algo imaginado; y dentro está respondiendo a un peligro real o es algo imaginado. En general las respuesta de miedo a situaciones imaginadas, lo que podemos denominar: “miedos anticipatorios” suelen generar después la realidad que tanto “tememos”: auto profecía cumplida: si yo experimento mucho miedo antes de entrar a un supermercado por que pienso ( y mi atención la pongo ahí), que “todo el mundo dentro de él me va a estar juzgando y mirando”, claramente es algo imaginado pero que terminaré de hacer realidad, por que mi comportamiento en el supermercado levantará la atención de otros clientes, y yo juzgaré eso como confirmación del miedo que había anticipado.
Hemos de tener en cuenta por último el otro elemento a considerar y sensibilizar: “el aprendizaje”: ¿he aprendido en mi vida hacer distinciones de contextos?, ¿cuanto de situaciones imaginadas genero en mi día a día?, ¿desde cuando mantengo esta forma de desempeñarme?, ¿además de esta situación, que otras similares existen en mi vida y respondo de una forma muy parecida?, ¿donde y cuando aprendí hacer esto? …Al igual que aprendemos a desarrollar habilidades muy útiles, también lo hacemos para aquellas que pueden resultarnos muy poco útiles, si no tenemos en cuanta el contexto donde las desarrollamos.
Las cosas, las habilidades, las situaciones, las personas…no son buenas o malas en sí, sino que es el contexto quien va a marcar su conveniencia o no, y cómo yo reacciono a ello.