Escuché ayer en un programa de radio los resultados de una supuesta encuesta sobre «hábitos de reciclar plásticos». Lo que llamó mi atención, fué que un 30% de población con una edad inferior a 45 años decía no reciclar por que el «hábito no lo habían adquirido»
Es decir, para estas personas en este caso los «hábitos» se «adquieren», como cuando vamos a un supermercado a comprar algún artículo. Posiblemente lo viven como algo que para ellas les es ajeno porque claro: «no he ido a adquirir el hábito» y de ahí es muy sencillo moverse a declinar cualquier tipo de responsabilidad al respecto.
Esta forma de pensar que nuestras conductas son algo estático, sobre las que no tengo influencia y que las «tengo o no las tengo», es bastante común. A través de cualquier conducta siempre vamos a perseguir un logro con ella, nos lideramos a nosotros mismos en la satisfacción de un objetivo; y por pura repetición de esa conducta emerge algo que está más allá de ella que es el hábito, y que después necesita de un mantenimiento.
Aprendemos y desarrollamos el hábito de la lectura, de hacer deporte, de estudiar, de trabajar…no hemos vamos a ninguna parte para «adquirirlo». En la mayoría de los casos de una forma «natural» inconscientemente están operando razones que están detrás de ese hábito: ¿porqué es importante para nosotros mantener ese hábito?, ¿para qué lo desarrollamos?, ¿qué significa para nosotros mantenerlo?, y todas ellas tienen una respuesta; otra cosa es que para la persona ese hábito contemplando su vida como un todo, sea algo adecuado y útil de mantener.
Si queremos desarrollar un hábito, habremos primero de «hacer la conducta» y en base a repetición emergerá ese sentido de «hábito»; y antes es conveniente el explorar las razones que obedecen a nuestra decisión, atendiendo a los valores, identidad personal que van a apoyar esa conducta y también las cosas que implicará sacrificar si hacemos la conducta.
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