Una Gota en el Oceano

Me comentaba un amigo que da clases particulares que se puso en contacto con él un interesado y quería hablar con el personalmente. Finalmente la cuestión es que éste le propuso ganar un dinero, si éste amigo le pasaba por medios técnicos las respuestas al exámen de una asignatura que tenía en breve; a lo que se negó en redondeo, con el consiguiente «descoloque» por parte de quien había asumido, que «éste por dinero lo haría»

Fuera aparte de las expectativas que este sujeto se había generado y que «daba por segura» la respuesta afirmativa por parte de mi amigo, y de lo preocupante que puede resultar el hecho de que es una práctica que parece más generalizada de lo que a priori se pudiese pensar. Una cosa que quiero destacar en esta entrada «es el gesto de mi amigo», entre tanta corrupción, valores trasgredidos, malversación…¿qué significa su gesto, sino una gota en el oceano?

Pero, como me comenta otro amigo -hoy la cosa va de amigos- una gota en el océano a un determinado nivel no es nada, pero, sin esa gota «el océano no es el mismo», «es un poco más pequeño». Y es aquí donde se destaca la importancia de nuestros gestos, de nuestro hacer individual. Podemos deslizarnos fácilmente al pensar, ¿pero esto que mas da?, ¿ante tanta inmensidad de una falta de etica, qué va a variar mi gesto?; pue efectivamente, lo tiene tanto para la persona que ha «recibido el no», porque no se lo esperaba y eso momentáneamente lo va a conducir a un posicionamiento diferente, como al conjunto de personas que indirectamente nos enteramos del gesto, porque a su vez nos refuerza en la «importancia de lo pequeño»

Estos patrones de pensar de ¿para qué?, son los que suelen ser muy poco «empoderantes», es decir, nos dan un sesgo a la inmovilización, a la parálisis, a practicar ser víctimas del mundo y socabar la confianza en nuestras posibilidades y las cosas que podemos materializar. Es útil identificarlos en nuestro día a día, y modificarlos, porque lo que obtendremos es precisamente «adquirir empoderamiento», hacerlo a través de nuestra forma de «pensar» y «hacer», que haya una coherencia.

«No hay un todo hasta que el último trocito lo completa»

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