Algo que se vive como un problema se convierte en otra cosa, cuando nos desarrollamos; y para hacerlo hemos de ir más allá de donde nos encontramos, y eso suele generar un tiempo de confusión.
Ese tiempo de confusión suele notarse, vivirse de una forma incómoda porque tendemos a quedarnos con compresiones estables del mundo, de las cosas: en ello encontramos seguridad. Así cuando por propia iniciativa o el devenir de las circunstancias nos empujan a revisar nuestra comprensión, si no disponemos de herramientas para gestionar ese periodo, puede que termines haciendo abdicación y no nos desarrollemos.
Y la cuestión es que las herramientas para «gestionar esa confusión» existen, y que en la medida en que las utilizamos nos iremos sintiendo más cómodos «elaborando confusiones», y así comprenderemos que son necesarias para poder desarrollarnos.
Este hueco en nuestra educación para poder atender en mejores condiciones a las propias confusiones, es lo que favorece el desarrollo de dogmatismos, ideas irracionales de todo tipo, modelos mágicos del funcionamiento del mundo… y cuando se plantean otras comprensiones, suelen rechazarse con bastante ligereza porque simplemente no encajan con nuestra forma de entender las cosas y las percibimos como una amenaza.
Evidentemente que al aludir a la «confusión» no lo hago haciendo dogma sobre ella, ya que habrá algunas que no sean nada recomendables y éste es un aspecto que a su vez somos nosotros quienes hemos de decidir: » qué cosas atendiendo a mi desarrollo, puedo plantearme, curiosear, explorar desde otros puntos que ahora no estoy haciendo «; y no permitir que nos llegue el «experto de turno» y nos diga lo que «debemos atender y hacer». Si no aprendemos a pensar por y para nosotros, habrá gente encantada de hacerlo por nosotros.
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