Síndromes

A través del lenguaje exteriorizamos nuestro pensar,  de alguna forma lo objetivamos. La «palabra» ha tenido tradicionalmente un tratamiento casi sagrado, por lo tanto para la mayoría de personas mantiene mucho significado. Algo «no existe», hasta que nosotros le ponemos una etiqueta (palabra) y una vez adjudicada nos olvidamos de aquello que se está sucediendo, para empezar a relacionarnos con la etiqueta.

La mayoría de medios que definimos como «de información» en muchas ocasiones, mantienen un papel en dirección contraria a la que dicen ejercer, sería más bien de «desinformación y confusión». Ayer en un programa de radio se dió el siguiente titular: «El síndrome de hikikomori llega a España». Vaya por Dios, como si fuese un virus transmitido a través del viento, ha llegado a España una cosa que se ha etiquetado como «sindrome de hikikomori», y claro, el receptor abre el interrogante de qué es eso, para inmediatamente el periodista de turno, dar la definición y así tranquilizar al inquieto escucha, que «ya sabe lo que es». Tanto el periodista, como el receptor de la noticia, no tienen ni idea de lo que está ocurriendo, sólo se están relacionando con una etiqueta, aunque esta etiqueta está muy lejos de explicar lo que exactamente está ocurriendo.

 Supongo que no tardarán, como piezas del dominó que se van empujando unas a otras, a que estos «medios de desinformación» comiencen su campaña de alarma acerca de este «síndrome que nos puede contaminar»; dejando de lado, en explicar qué diferencia existe entre las diferentes formas de estar en contacto con el mundo. Yo, en este momento, me comunico con el mundo a través de esta reflexión a un nivel, y simultaneamente, estoy «aislado del exterior» en mi oficina, donde estoy pasando el día, sin contacto directo con ser humano alguno. Puedo salir a tomar un café y reunirme con otras personas, y en ese momento a través de mi móvil, «aislarme» y chequear qué es lo que existe en mi cuenta de twitter, y cuando hago esto ¿me estoy relacionando con las personas que me rodean, o repito lo que hago cuando estaba en la oficina?…y así podríamos ir generando casuisticas infinitas, para comprender que una persona que esté en un habitáculo cualquiera, no significa que esté aislada del mundo, y que la que está paseando por una plaza sí que está en relación con él.

Este ejemplo concreto que me ha servido para ilustrar este comentario, se puede extender a todo aquello que creemos conocer como «síndromes». La etiqueta de algo, no explica qué es exactamente lo que está ocurriendo con aquello que demonina la etiqueta. Eso sí, lo que se generan es una cantidad ingente de especialistas en explicarnos que ellos son los «expertos en etiquetas», aunque cuando se relacionen con alguien «afectado», ¿con quíén se están relacionando con la etiqueta de la que dicen ser expertos, o están atendiendo a lo que la persona en su modelo particular hace?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Consultas Adaptadas a Cualquier Economia

CONTACTA AHORA